El domingo amaneció soleado, el Municipal de Illescas abrió sus puertas y con diligencia se controló el acceso del público para ver a dos equipos que inauguran la liga.
El césped del campo, o lo que va quedando de él, brilla, tras ser regado, de forma cenicienta, y ansioso espera ser testigo privilegiado de la contienda.
Al empezar el partido los corazones de aquellos que saben lo que se juega esta mañana, parecen caballos desbocados, el Torrijos con un entrenado por entrenar, el Illescas por un entrenador por demostrar, y los jugadores a enseñar sus vergüenzas y habilidades, su capacidad y sacrificio, su compromiso y el respeto a sí mismos.
El pitido del árbitro, padre consentidor de los caprichos de sus vástagos, abre la contienda, y empieza a contar el reloj de “ya no hay vuelta atrás”.
El CD Illescas, parece tener orden de que el balón debe ser un suspiro en la botas del jugador, juega al toque, el balón va ciego al sitio adecuado y los jugadores del Torrijos, experimentados y preparados, contemplan asustado este comienzo vertiginoso de su rival. La grada asiste a un juego desconocido del equipo de casa, rápido, eficaz, contundente, y alejando la pelota de los pies para que el contrario pierda la orientación. Se arranca los primeros aplausos de la fría y escéptica afición de Illescas, y uno queda asombrado por este fenómeno que parece el principio de una nueva forma de relacionarse jugadores y público.
En un córner, el jugador que volvía, tras mucho tiempo de no poder combatir, elabora un lirio que trazando parábola de meridiano llega a la red del corazón del rival, dejando un perfume de victoria que como a Pirro le iba a costar, ese tramo temporal de victoria, la pérdida de sus mejores momentos de fútbol.
El Torrijos, sabiéndose superior y experimentado, exorcizó la presión de los contrarios illescanos, cambiando cosas que uno no sabe explicar, pero lo cierto es que a partir de la virguería realizada por Dani Soriano para conseguir el gol, los torrijeños, experimentados guerreros reorganizaron sus filas, y devolvieron el gol, fruto de trabajo bien elaborado a sus contrincantes poniendo la balanza del marcador en equilibrio.
A partir de ese momento, y tras los veinte minutos iniciales, el C.D. Torrijos, supo parar el juego de algoritmos que le planteaba su rival, y empezó a mandar el balón de banda a banda donde era imposible para sus rivales llegar.
Podríamos ver, a partir de ese momento, que el Torrijos se adueñaba del erial (campo de juego) y mandaría en la batalla, pero al igual que en las Troyanas de Eurípides, para mí el partido empieza a germinar héroes entre los vencidos por el juego, y que hace que el empate con que concluyó el partido tenga el sabor, en este caso, salado de una victoria que sólo vale un punto en la clasificación, pero que dibuja héroes entre el equipo que fue inferior. No reconocer la superioridad del Torrijos, en el partido de ayer, sería negar la evidencia. Fueron superiores, pero no mejores.
Descubrir a Facu defendiendo cuando es un jugador de los que atacar es un axioma, impresiona, además del sacrificio de la eficacia. Ver a David Ranera achicando balones con criterio y ocupando cualquier hueco que pudiera hacer daño, enorgullece. Sentir la carrera de Rodri, inasequible a ocupar cualquier sitio para hacer de bastión hasta las subidas bien gestionadas del rival, crea esperanza y fe en el equipo. Cuando las líneas de ataque del equipo se ven frenadas y con poca o ninguna posibilidad de llegar a romper las líneas del contrario, convertirse estos delanteros en jugadores de arrastre de los contrarios y ver presión, hace percibir que hay conjunción en el equipo, que no se tira la toalla ante un ejército superior, que los troyanos estuvieron ayer, en el Municipal, frente a un ejército superior, experto en batallas, acostumbrados a estar arriba. Y resistieron, lucharon, sangrando por la nariz se mantuvo Harta manteniendo la enseña de su equipo, Pablo Jiménez que al igual que Facu, ayer consiguieron el título de “LOS CAMISETAS AGARRADAS”, porque los contrarios, que siendo mejores, tuvieron que recurrir a este medio para frenarles, ante la mirada insensible del dios Zeus (el árbitro), que lejos de mandar un rayo amarillo a los visitantes, se limitó a señalar el lugar del crimen para que se sacara la falta, roto ya el ataque que se había iniciado.
Quienes en el día de ayer, vieran horizontes oscuros para el equipo de casa, es que su realidad interior le impide dar un aplauso a un equipo, el Illescas, que ayer evitó un desastre ante un grupo bien entrenados, bien ordenados, acostumbrados en los últimos tiempos a estar donde brilla el sol, como es el Torrijos. Y se perdió las perlas de sudor que sangraba el equipo de casa, quien de manera generosa defendió su dignidad.
No fueron derrotados, aunque sí vencidos, también es necesario que los gladiadores estudien que pasó desde el minuto veinte de la primera parte y desde el gol, para que la magia se les esfumara como gotas de agua en el desierto.
Mis sensaciones, ayer, es que este equipo está dirigido sin piedad por un hombre que parece saber cómo armar a un grupo provenientes de diferentes lugares de la geografía, y al que le supongo la suficiente humildad para no menospreciar a los contrarios.
Y los jugadores deben saber que ayer, frente a un equipo que fue superior en gran parte del encuentro, hizo que algunos nos sintiéramos orgullosos del equipo por el que apostamos nuestras simpatías. Con esa actitud y mejorando las técnicas de las que no entiendo, será muy difícil, que en esta temporada no sea tan temido como el Torrijos.
Ayer no se ganó nada, pero tampoco se perdió nada. Ayer se mostró a quien quiso verlo, que este equipo lleva camino de hacer algo grande, si no desfallece en el trabajo y en el sacrificio.
Sí, lo de ilusionar, como lema de este año, parece que funciona.