ERAN CUATRO LOCOS
Así define QUIQUE SOTO, a YOLANDA, DANNY, MARIO Y ANDRÉS. La cúpula del COBISA FÚTBOL SALA. Son cuatro locos, y se enredó, en esta locura en que se ha convertido este equipo increíble.
Ellos perfilaron la idea, y Quique vine a materializarla. Sí, a veces con las locuras pasa eso, que se consigue lo que uno, o un grupo, se proponen. Antes de ello y después, está el secreto. Y este consiste en algo tan sencillo, como trabajo y honestidad. Cumplir promesas, y establecer objetivos alcanzables. Aunque el objetico sea de cero al infinito.
Ayer, le asestó cuatro claveles a su rival el MADROÑERA, que como burbujas de champán afloraban en el secreto de los labios de los cobisanos. “Hay que tener los pies en el suelo”, es la frase más repetida por la directiva, el cuerpo técnico y los jugadores. Se lo repiten como un mantra, una y otra vez.
Ayer, Quique, supo leer el partido y demostró conocer al rival. Un rival, que no se dejen engañar por el resultado, fueron cuatro goles, y tal vez pudieron ser más, pero que supo jugar al equipo de casa, con gallardía y saber hacer. Mucha técnica en lo chavales extremeños, puntuales en llegar a los pases de los compañero, y el cansancio se les debió quedar en el autobús, porque no hubo desfallecimiento en ningún momento.
Pero tanta buena predisposición choca con la inteligencia de saber leer los partidos, colocar y rotar a los jugadores para que disfruten y se vayan mojando en la competición, no vaya a cortárseles la digestión por zambullirse de golpe.
Chack-Chack Solano, tal y como ya viene acostumbrando al personal, intentó, como si odiara al balón, romper los reflejos del portero del equipo contrario. Sin mucho acierto, pero con la intención firmada en las ráfagas que deja la pelota a su paso. Al final, consiguió su objetivo, y se está convirtiendo en el posible pichichi de esta liga.
Diego, se ha transformado en uno de los jugadores más completos del conjunto del Cobisa. Defiende, ataca, y como no, marca goles con una facilidad que sorprende, es un veterano del fútbol sala, y juega en esta categoría como si aún le viniese pequeña.
De Juanki, no se puede decir nada nuevo, está a lo suyo, a cumplir la peonada, a conformar la estructura de defensa frente al portero/jugador, a atacar, y a interpretar su papel de capo del equipo. Un capitán silencioso, con una efectividad y rendimiento altísimos. Y serio como un ciprés.
Mario. Mario, así se lo dije, parece que juega mejor sin público. Se le ve desinhibido, moldeándose como un jugador que va a destacar si mantiene la actitud que muestra en la cancha. En estas cosas, es en las que se demuestra lo que sabe QUIQUE, de este deporte. Lo pone a jugar para que adquiera experiencia, pero no lo deja quemarse, si ve que el partido precisa de otros mecanismos de juego, lo quita de en medio, y punto. El niño lo acata con tranquilidad, como si entendiera perfectamente que lo que se hace con él, es lo que hay que hacer.. Pero cuenta con él. Y estos detalles, si los saben apreciar quienes están a diario con él, familiares, amigos, compañeros, prensa, etc., le van a convertir en lo que ya se ve despuntar, si no lo malean, le aconsejan mal, o quieren que crezca deprisa, tirando del tallo de la planta, se podría conseguir que se arranque la raíz. Me consta que no va a ser así. Es como una estrella supernova. Y los factores que debe hacer que brille como se merece, deben ser como los dioses en la literatura clásica, favorables.
IVI, ya es un clásico en el cinco de Soto, al igual que Carlos, ambos hacen un trabajo de pieza de reloj, IVI, más rápido, Carlos Soto, más pausado y preciso, complicado es romper el esquema que se traza. Pocas loas le he dedicado a Carlos Soto, como si ya me hubiera acostumbrado a verle hacer las cosas bien, y no cabe que las haga mal. Es como la sombra, uno la ve unas veces delante y otras detrás, y no parece impresionarnos. El susto que nos llevaríamos si no hiciéramos sombras con nuestro cuerpo. Pero Carlos, como Juanki, es otro fundamental.
De Jona, no voy a hablar, porque no se puede hablar de alguien que sale a la portería, sustituyendo al gran ausente, y deja la portería a cero. Mostrándose cauto en las jugadas del contrario, atento a la evolución de sus compañeros, y atrapando cada balón que vuela. El Cobisa, está bien servido en lo que a cancerberos se refiere.
Parro, qué se puede decir de este chico que además de regate tiene pegada, que dribla sin esfuerzo y dispara el balón desde cualquier postura y posición. La cancha se la debe conocer de memoria, porque vaya si corre. También dejó su recuerdo en el marcador.
Luego, como luces de navidad, pululan otros jugadores, que están en la reserva porque todos no pueden jugar, y porque quizá no fuera ese su partido, pero salen, juegan y no desentonan. Brillan, y después, Quique, los apaga para que no se fundan, como para conservarlas.
Me dejo fuera jugadores, técnicos, y un público que se presiente, pero no todos me caben en un artículo que tiene que tener una extensión. Cuando escribo del COBISA, no puedo evitar cierta emoción, que no siempre manifiesto para celebrar los goles, no puedo evitar recodar las sonrisas de los chavales, la seriedad de su director, y la bonachona faz de su junta directiva. Y sí, hay que estar locos, para que con escasos reales, sin público alguno que rellene las arcas del club, y con más fe que huesos en toda la humanidad, crean un proyecto ganador, que de momento, sigue ganando.
Sí, como dijo Quique, eran cuatro locos, Yolanda, Mario, Danny y Andrés, que atrajeron la voluntad de un quinto locuelo.
Por favor, que nadie aplique tratamiento a estas locuras. Dejemos que sigan descarriados. Por lo menos lo disfrutamos y ellos no se hacen daño.