CARTA ABIERTA DE UNA MADRE DEL ATLÉTICO TOMELLOSO JUVENIL B
Este sábado ha hecho una semana del terrible incidente ocurrido en el Campo de fútbol de Daimiel, en relación al partido disputado entre el Atlético Tomelloso Juvenil B y el Daimiel Racing Club de fútbol de la misma categoría, en el que mi hijo, junto a sus compañeros y entrenadores, sufrieron una serie de atropellos, a mi parecer, inadmisibles. Y digo inadmisibles, porque creo que lo ocurrido, no fue fruto de las circunstancias, ni tampoco de la casualidad, sino de una causalidad, en la que me asusta pensar. Comenzó el partido con un cambio de posición en los banquillos, situándolos delante de las gradas, cerca del público, con bancos de madera situados allí como de forma provisional, sin que nadie comprendiera la razón de tal cambio. Esto permitió que un grupo de aficionados situado en la grada (delante de un pequeño grupo de los nuestros que estaban grabando las jugadas, con el fin de estudiarlas luego), lo tuviese muy fácil, para alcanzar a nuestro entrenador, con los cubitos de hielo que arrojaban al campo, a modo de protesta, según iba avanzando el partido durante la segunda parte. De hecho, lo alcanzaron.
Siendo estos cubitos de hielo la prueba de que algo no iba bien en la grada y tomando nuestros jugadores, uno de esos cubitos en la mano para mostrarlo al árbitro, éste alegó que no estaba viendo nada. Además de esto, en la grada, los nuestros tuvieron que sufrir durante todo el partido que este grupo, les escupieran, insultaran, e incluso a mi hijo le arrojaran un cigarro a la cara, cuando los nuestros, sólo estaban viendo el partido sin incordiar a nadie. A estas agresiones físicas, se sumó el “tortazo” que un chico de ese grupo de aficionados del Daimiel, le propinó a nuestro cámara, sólo por mirar hacia atrás a ver qué hacían. Evidentemente, el tortazo sonó y la cámara tembló. En el terreno de juego, tampoco faltó la violencia, ya que nuestro equipo tuvo que sufrir entradas duras, con un jugador del Tomelloso en el suelo, rodeado de jugadores del Daimiel, animándolo a levantarse a patadas…, llegando éstos a encararse con nuestro entrenador, cuando éste intentó evitar esa situación. En una de esas entradas duras, hasta un diente roto, para uno de los nuestros. Y no quedó ahí la cosa. Se tuvo que cerrar el campo para que apareciera un móvil robado a los nuestros, junto con unos auriculares inalámbricos, que no aparecieron. Amenazas de muerte, por parte de un aficionado que golpeaba las vallas publicitarias con una garrota, e incluso enfrentamientos con los padres de nuestros jugadores, cuando se les pedía calma, fueron el colofón de un encuentro, que se podría definir más de desencuentro. Un desbarajuste, en el que las fuerzas de seguridad, tampoco supieron actuar. Después de mucho analizar, escuchar la versión de los nuestros (de los entrenadores, de algunos padres testigos, de nuestro club…) y diversas opiniones del equipo contrario, una llega a la conclusión de que aquello que ocurrió, no pudo ocurrir de otra forma.
Y digo esto, porque ante tales testimonios, parece lógico pensar que cuando sucede un incidente así, no hay un único responsable. Pero curiosamente, se vuelca sobre los afectados, la carga de la prueba. “Lo que tenéis que hacer es denunciar, pero sabiendo a quién denunciáis”, es el consejo más “solidario” que he escuchado estos días, es la máxima “responsabilidad”, que he visto tomar al respecto de este asunto. Eso y algún que otro comunicado, en el que se afirmaba que se tomarían medidas, que aún estoy esperando ver. Hoy me dirijo con esta carta, a todas las partes implicadas en este asunto. Me dirijo a ambos clubes, porque creo que es responsabilidad de ambos, el intentar aclarar lo sucedido y colaborar para la identificación de esa parte del público que se dedicó a agredir a los nuestros, ya que si hay un grupo de aficionados que no deban pasar al campo del Daimiel, el club no debería permitir que lo hicieran; me dirijo al Ayuntamiento de esa población que gestiona ese campo de fútbol, porque no se puede permitir que un grupo de menores, junto a sus técnicos y padres, salgan de ese campo, agredidos, escoltados por la Guardia Civil y atemorizados; me dirijo también a la Federación de Fútbol de Castilla-La Mancha, responsable de esa competición, que a día de hoy, no he visto manifestarse al respecto; me dirijo al colegiado que arbitró el partido, que cuenta con herramientas legales para evitar ese tipo de incidentes y que creo que en un momento dado también debió intervenir, evitando esa serie despropósitos; me dirijo a las fuerzas y cuerpos de Seguridad, que al parecer se vieron “desbordados” por esa situación, pero que en su mano también está el evitar ese tipo de cosas; a los jugadores que en lugar de tender una mano al que ven en el suelo, le piden en grupo levantarse del suelo, utilizando sus pies y que pierden el respeto a nuestro entrenador empujándolo cuando les pide que paren ; al entrenador del Daimiel, porque es su responsabilidad ser ejemplo de buen comportamiento ante sus jugadores, e intentar frenar reacciones violentas de los suyos y no alentarlas; y me dirijo también a ese grupo de aficionados que se dedican a todo, menos a disfrutar de un deporte, que tanto he jugado y he ido a ver desde niña, visitando el campo con mi padre. Un deporte que me merece el máximo respeto y la máxima admiración y que creo que no debería verse manchado, por este tipo de actos violentos. Me preocupa lo sucedido, porque creo que no es un tema para resolver sólo con poner una denuncia por haber sufrido un robo de un móvil y unos auriculares. Porque no es un tema individual, objeto de una denuncia particular de los afectados, entre los que me encuentro. Mi verdadera preocupación, es ver que no es un tema mío, sino de todos. De todos aquellos que he mencionado anteriormente, porque todos y cada uno de ellos, son responsables dentro de su ámbito. ¿De verdad creen ustedes que estas cosas se resuelven poniendo una denuncia, a una persona en concreto, que es la que cometió la falta?
¿Una denuncia en la que todo el mundo se lava las manos y nadie se preocupa de identificar a los agresores? Perdónenme que les diga, que esa no es la forma de acometer lo ocurrido. No sólo pueden denunciarse personas concretas, sino también hechos. Y por supuesto, se puede colaborar, por atribuir responsabilidades, e imponer sanciones. Porque como les decía, las cosas no pasan por casualidad y en este caso, podríamos pedir responsabilidades múltiples, para esclarecerlas. Pero miren, ni siquiera es eso lo que me preocupa. Lo que me asusta como educadora, es esa falta de civismo, es esa falta de solidaridad en el campo y con los agredidos (que nos hemos visto en cierto modo desamparados con que “la solución es que denunciemos nosotros, pero sólo si podemos identificar a quienes cometieron los hechos”. Y me considero profana en la materia, pero tengo entendido que esas funciones, no me competen a mí). Pero, sobre todo, lo que más me preocupa, es pensar en qué está sucediendo con este deporte, qué está sucediendo con los valores cuando se pisa un campo de fútbol y que mi hijo, menor de edad y plenamente comprometido con el fútbol desde niño, al igual que otros como él, no vuelvan a sufrir una situación así. En esta carta abierta, apelo a la responsabilidad colectiva, que también atañe a los padres, para que nunca impriman a sus hijos, un “coraje” equivocado, por ganar los partidos.
María Victoria Jiménez Quevedo